jueves, 28 de agosto de 2008

Librado de ser libre


Libertad de ir donde quieras, con quien quieras, todo el tiempo que quieras, y, una vez allí, hacer lo que quieras.
Pensé que me la negabas, y te dejé.

Dostoievsky dijo que si Dios ya no existe, todo nos está permitido. Lacan lo invirtió, diciendo que si Dios no existe (Dios en el sentido del Nombre-del-padre, dice Zizek) todo nos está prohibido.
Esta libertad sin vos no es más que un puño apretado, un manojo de arena que se esparce inevitablemente, mientras envejezco, no tan sereno, bajo el sol de invierno.
Esta libertad sin tu nombre sagrado, sin tu presencia que define al nosotros y por ende al yo, no es libertad más que de extrañarte, de transitar los callejones sin salida del pasado. Detrás de sus sórdidas paredes se oye el presente, en el que, al parecer, hay una fiesta constante.

Tal vez por mudarme demasiado, la invitación nunca me llegó.

Adieu, prohibición más dulce. Nos vemos en la sutil línea que el ocaso traza a la noche.
Ojalá nos reconozcamos.

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