sábado, 6 de septiembre de 2008

Las Horas Muertas (Putrefacto De Occidentalidad)


Hay un proceso en curso, por qué no llamarlo alquimia, por el cual recuperamos en secreto eso que en nuestra infancia era verdadero, y, tras ponerlo en una fragua, lo deformamos hasta que nos sirve para justificar lo que somos.
No eran más que risas, e intentamos hacerlas pasar por gritos de dolor en la tormenta.
No eran más que caricias, y buscamos la presencia del otro que nos cercena y evita que seamos lo maravillosos que seríamos.

Volver monstruoso al pasado es un recurso siempre disponible para evitar mirar en el espejo al monstruo que somos hoy por hoy.
El futuro brillante y promisorio se erige como la contracara de nuestra enfermedad, que no es abarcada por ningún manual y llamamos, desde el sentido común, búsqueda de equilibrio.
¿Equilibrar qué? Las consecuencias no queridas de nuestras acciones con nuestros deseos más oscuros que ni siquiera nos animamos a nombrar. Equilibrar lo que somos con la imagen que tenemos de nosotros mismos.

Quiero dejar de ser una representación justificadora. Quiero dejar de tomar como autorrefenciales las cosas que veo en la calle. Una risa es una risa, un perro ladrando es un perro ladrando.
Ciertos monjes al otro lado del mundo llamaron a esto iluminación. Yo, putrefacto de occidentalidad, sólo puedo llamarlo cura.