martes, 17 de mayo de 2011

Diamante de sangre


La hora última en la que el poder se revela como lo que es. El ocaso de toda esperanza, y la única esperanza en todo ocaso. Los pies manchados con barro y las manos con sangre. Y viceversa, porque a veces caminamos sobre cadáveres, y a veces nadamos en la ciénaga de nuestra historia. Por "nuestra" hablo de la humanidad.
Versos de poeta maldito cuando las maldiciones ya no valen (Hiroshima, mon amour), versos sufridos cuando no queda corazón alguno que sea más blando que el diamante, versos cuando la única palabra que vale algo es la que cotiza en Bolsa.
Por algo te dije aquella vez, amor, que el fuego divino me había quemado los ojos. El mundo es belleza corrompida, es fruta que te pudre la boca.
Es donde escribo estas palabras, pero también donde habré de morir.

martes, 22 de febrero de 2011

Mímesis


Estabamos llegando cuando la vi caer, fulminada por un rayo divino, como si el espíritu santo acabara de entrar en su cuerpo.
Un hilo de sangre pendía de su nariz. Stigmata.
La cargamos en brazos, subimos las escaleras, la depositamos en su cama. La procesión.
Cuando volvió en sí lo primero que hizo fue saltar sobre mí. Hicimos el amor durante algunos minutos, ensuciando sus sábanas recién estrenadas.
El Santo Sudario.
En esta historia, sin embargo, la que muere crucificada es la virgen, y lo que se quiebra no es el templo.
Somos nosotros.