viernes, 21 de noviembre de 2008

Sobre Héroes Y Tumbas


Mi infinita solidaridad para todos aquellos héroes anónimos que tienen el coraje de sostener la única duda que importa, la que nos lleva a preguntarnos si vale la pena vivir cuando todo a nuestro alrededor se derrumba. Cuando la muerte, cuando el dolor, cuando la sonrisa del vergudo, cuando tus manos acarician a otro.
¿Tiene razón Silvio? ¿"Quedamos los que puedan sonreir, en medio de la muerte a plena luz"?
Que tu sonrisa no sea mueca. Que el brillo en tus ojos no sea el de los verdugos. Que tus alas te sirvan para remontar desde el abismo, y no para levantar polvaredas de sal frente al mundo.
Hace miles de años, en Grecia, algunos de nosotros entendimos que el dolor era inevitable porque las pasiones son arrebatos que a nada conducen. En la India tuvimos la misma intuición, y nos hicimos monjes mendicantes, después de que él meditara debajo de un árbol hasta alcanzar la iluminación. Si el dolor es inevitable, aceptémoslo, pero nada nos obliga a sufrir.
Más cerca en el tiempo, en Alemania, cierto misógino genial (nadie es perfecto) tomó esas enseñanzas y nos dijo que el deseo nada quiere, excepto la eterna reproducción de sí mismo. Friedrich, después del rechazo de Lou Andreas Salomé, nos quiso enseñar que lo que debe retornar eternamente es lo fuerte, la afirmación de la vida. Y enloqueció de dolor cuando vio cómo un cochero azotaba a su caballo.
No hay mucho más que decir. Seguimos aquí, y la pregunta está tan vigente como siempre: ¿qué vamos a hacer con el dolor? Soportarlo, como los héroes trágicos que somos, hasta que podamos enterrarlo en su tumba definitiva, que como el zahir, es peregrina.
Yo la encontré en los ojos de una mujer, y mi dolor ha tenido digno entierro.
Mi infinita solidaridad para los que aún conservan el coraje de sostener la duda, de ser héroes a la espera de su zahir, su anhelo, su tumba que no es sino la del sufrimiento y la desolación.
Hay un paraíso ambulante allá afuera para cada uno de nosotros, y muchos pecados que cometimos antes de ser digno de la redención.
Que, definitivamente, tiene nombre de mujer.